viernes, 17 de agosto de 2007


Y entonces pienso que la vida se me ha caído entre gotas...

Camino... dejando una estela tras de mi

de acordes de guitarra lastimada,

lastimada de ausencias.




Y puede suceder

que una noche de éstas

te acerques en puntas de pies

y me abraces por la espalda.





miércoles, 8 de agosto de 2007

Martes. La tarde me ahoga. Empiezo a buscar alguna salida.
Llamo a Claudia, no está.
Suena el teléfono, es ella. Pido algo de auxilio... y ella me lo pide a mi también.
Caminamos hasta un bar, aquel que nos contiene frecuentemente cuando necesitamos hablar, simplemente.
Entre palabras que iban y venian,
la voz a veces se quebraba de angustias.
Claudia saca un libro de Maria Elena Cruz Varela y lee:

La trampa

No obstante sólo puedo alegar a mi favor que a veces cedo.
Caigo en minúsculas trampas que nos arma la vida.
En trampas como jaulas para cazar gorriones.
Que algunos días. ¡Oh, días específicos!
Al abrir el balcón. Al asomarme y ver
con todos los sentidos. Y oír con todos los sentidos.
Y oler con todos los sentidos. Soy un terco violín en evidencia.
A veces - excusa delirante- la vida se me vira como
un juego de cartas mostrándome los triunfos.
Me enamora con labios nuevecitos.
Me apremia. Imprescindible. Un cuarto moviemiento:
novena sonfonía de Ludwing van Beethoven.
Como una credencial. Un aquí está mi mano.
Mis millones de manos.
La piel se me estremece de piedad infinita:
El hombre mata. Muere. Miente. Roba. Claudica
de espaldas a esa música en su afán voraz de permanencia.
Confunde libertad con desplazarse.
El hombre duerme armado contra los otros hombres
y contra el hombrecito que habita los rincones
más claros de su pecho.
A pesar de esa música. A pesar del balcón.
Del sol que estreno. A pesar de esa Oda feroz de la Alegría.
De la limpia mañana
que niega los despojos de la cena de ayer.
No obstante, digo. La vida hoy se presenta como un traje.
Y sé que es una trampa . Pero cedo. Y me dejo embriagar
y acepto cualquier tregua. Y soy una espiral.
Un balancín. Un coro. Por que sucede a veces
que al abrir el balcón. Al asomarme y ver.
Y oír. Y oler. Con todos los sentidos.
La vida me ha sacado barajas de la manga.
No obstante, sólo puedo alegar a mi favor:
Es una trampa. Y me dejo caer.


Al terminar... de pronto aparecen los colores y la música.
El alma volvió al cuerpo.
Ahí estaba yo, diciendo aquello que tantas palabras no podían terminar de decir.



( Poema de la trampa, también quiero dedicárselo a Nombre, ayer leí tu blog, quede conmovida, tanto que no pude dejar comentarios, pero lo haré pronto. besos mi pequeña)